Fué un sábado muy temprano, a eso de las seis y media, me había desvelado pensando en la complejidad del trabajo inconcluso del día anterior, Pablo estuvo observando todo ese viernes como se generaban con mucha dificultad los alojamientos de asientos, guías de válvula, y las cámaras de combustión de la tapa de cilindros nueva que estábamos haciendo, para el motor que corría José Luis.

Un error en las medidas, seria tirar veinte días al tacho, una tapa de cilindros malograda en su ejecución es como un bebé destinado a una vida de éxitos, que de pronto muere en el parto, más la soberana vergüenza ante Pablo, y ser yo el responsable. Decidí llegar al taller antes que nadie, para trabajar en la fresadora sin que nadie alrededor me desconcentre.

Antes de poner en marcha la fresadora, sentí un murmullo lejano, unas risas guturales; una voz ronca, profunda, se escuchó desde la cocina del taller.
_¡Pablo, estos mates ya están lavados!
_ Norberto, desde las seis, me tenés cebando mate.
Era el Carpo, venía de tocar la noche anterior en Bragado, de regreso a su quinta de Jaúregui, cerca de Lujan, no tuvo mejor idea que tocar el timbre y sacarlo de la cama a Pablo, en la madrugada, al pasar por Chivilcoy.

Me uní a la mateada, le cambié la yerba, seguimos con las anécdotas, Pappo, como buen hincha del Chivo, se puso al día de lo que se hacía en el taller de la Av. Soares, en esos días. Conclusión, al carajo la idea de concentrarme en la tapa de cilindros.

A eso de media mañana lo pasaron a buscar unos monos, que, de fierros, nada que ver. Ya se estaba por quedar a dormir en una butaca del TC.
Se fueron en el Impala de Pappo para la ruta.

Más tarde, entre cálculos y mediciones, pregunté.
_¿Te levantó de la cama las seis ?
_A los amigos todo se les tolera.
Respondió Pablo Satriano

Aníbal Martínez Artola
Chivilcoy, septiembre de 2004.


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