Escuché que sos rápido y arriesgado, y en este negocio así llegás lejos o durás poco. Estas de suerte, a esta carrera trajimos dos autos. El viejo, muy seguro pero un poco lento, y el nuevo, frágil y peligroso pero un segundo más rápido. ¿A cuál te queres subir? Preguntó el jefe de mecánicos. Jean contestó sin dudar que al rápido. Me lo imaginaba, dijo el jefe, con una sonrisa de pirata inglés. Igual no tenías opción, Graham es el piloto número uno y primero eligió el. Dijo que ni loco se subía a la lata de sardinas esa, que él prefería el auto viejo.
Ese fue el primer contacto del joven Jean Pierre con su nuevo mundo. No le había costado mostrar sus condiciones en las categorías inferiores, y había hecho toda la escalera para llegar a la Fórmula 1. Campeón de Karting y de Fórmula 4 en su Canadá natal, luego Fórmula 3 y Fórmula 2 en Europa donde no salió campeón pero se hizo notar. Tenía todas las condiciones, hasta las físicas; flaquito, metro sesenta y cinco, atlético, no demasiado llamativo y en lo único que pensaba era en ser campeón del mundo de Fórmula 1. Era rápido en un auto sin proponérselo, lo que se dice un natural. Tenía un defecto y es que era demasiado arriesgado. Se había hecho famoso por la cantidad de autos que había roto y eso no es una buena señal entre los equipos ingleses. ¿Jean Pierre? Un diamante en bruto, pero no puedo pagar la cantidad de fierros rotos que me va a costar pulirlo. Eso declaró el dueño del equipo Lotus a la revista Motorsport. Esa declaración tan inglesa, cruel y despiadada pero cierta, le cerró casi todas las puertas a Jean Pierre y le recordó que Inglaterra no era Canadá.
Jean Pierre caminó hacia su auto para largar su primera carrera de Fórmula 1. No sentía nada, estaba en blanco y en estado de concentración extrema. Mejor asi, pensó. Le llamaron la atención dos chicas con poca ropa promocionando cigarrillos, al lado de los autos del equipo BRM, las carreras estaban cambiando. El solía dormirse rápido antes de una carrera, pero su sueño se volvía liviano, superficial. La noche anterior no pudo dormir, todo era diferente ahora. Los riesgos de la carrera y el auto lata de sardinas jamás cruzaron su mente, el hecho que se había endeudado para comprar su lugar sí. Esa era plata que no podía devolver salvo que le fuera bien, había apostado todo a su talento.
Largaba sexto, la mejor posición del equipo ese año. No estaba satisfecho, Jean Pierre quería más. Graham, su compañero, largaba doce pero eso tampoco lo motivó. El viejo Graham tenía casi cuarenta años, había sido dos veces campeón del mundo pero estaba en retirada, no era medida. Además no había sido para nada simpático. He visto muchos como vos, llegan comiéndose el mundo y están muertos en un año, este es un negocio jodido, fueron las palabras de bienvenida de Graham. Jean Pierre largó muy bien y se puso cuarto en la fila apenas pasaron la primera curva del circuito de Brands Hatch. Se sintió cómodo y se mantuvo de acuerdo a su plan, no hacer locuras, ubicarse bien y ver como se desarrollaban los acontecimientos, era una carrera larga. En la vuelta cinco vió que los banderilleros agitaban con furia banderas rojas. Carrera detenida, algo grave había ocurrido. Los autos pararon desordenados en la recta principal y Jean Pierre hizo lo mismo. Apagalo y bajate, le dijo uno de sus mecánicos, esto va para largo, ¿El auto por ahora bien? Jean Pierre se soltó el arnés, contestó todo OK y se bajó del Formula. Una columna de humo negro y denso se veía a lo lejos, a la altura de la curva cuatro. Fuego, de eso nunca se hablaba. Morirme en un choque no es un problema, hasta una centésima de segundo antes estoy disfrutando en éxtasis total, pensó Jean Pierre, pero morir atrapado y quemado…
Jean Pierre se encontró solo, parado en la recta principal, rodeado de mecánicos que trabajaban en los autos preparándolos para la reanudación de la carrera. Algunos pilotos no se habían bajado y otros hablaban entre ellos en pequeños grupos. Nadie le prestaba atención al humo negro, o a las ambulancias y al camión de bomberos que demasiado tarde iban en camino al accidente. A pocos metros en la fila vió el auto de Graham. El viejo campeón no se había bajado, se había sacado el casco y lo tenía entre su pecho y el volante. Miraba la nada, con su bigote anchoa, el pelo rubio largo y las patillas tupidas, muy a la moda de esos años. Jean Pierre se paró enfrente y esperó unos minutos hasta que Graham notó su presencia. ¿Qué pasó? Preguntó Jean Pierre. Seppi, contestó Graham, y le esquivó la mirada, dando por entendido el destino de Jo Seppi, piloto suizo que había estrellado su BRM contra el muro de contención convirtiéndolo en una bola de fuego. Jean Pierre se sintió vacío y por unos pocos segundos perdió las ganas de correr. Mientras le volvían se sentó en la rueda delantera del auto de Graham y escuchó la voz del viejo campeón que le dijo, Bienvenido a Formula 1 jean Pierre.
Cualquier similitud, es pura coincidencia…
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