Recta principal. Repetición. Busco el cartel que me muestra el equipo: Vuelta 14/16 P1 +10. Traducido faltan dos vueltas de una carrera de dieciséis, vengo en el primer puesto y tengo una ventaja de diez segundos sobre mi perseguidor. En la recta descanso, o algo así, miro los relojes, temperaturas, presiones varias, todo en orden. No hay ruidos extraños en el estruendo en el que estoy envuelto, mezcla de engranajes, viento y rugido de motor V8. En carrera mis oídos cabalgan un trueno, lo importante es encontrar la nota fuera de lugar que indica problemas. Final de la recta, busco mi punto de frenado, se acerca, es ahí, entre el cartel de doscientos y el de cien. Miro por el espejo, nadie. Sé lo que tengo que hacer, frenar un poco más lejos, más suave, no exigir tanto el motor. Cuido los fierros, y a la vez me doy cierto reaseguro mental, si exijo menos todo estará bien. Trazo las curvas con cuidado, diez segundos de ventaja es mucho para dos vueltas, es muy difícil que esta carrera se me escape. Empiezo a pensar en la copa, en las declaraciones. ¡No! ¿Qué hago? Toda desconcentración se paga. Entro un poco pasado a la curva de la confitería, trayectoria ancha, por afuera, por la pista sucia. El auto se desliza pero se deja controlar. Mal, mal, mal y cien veces mal. Me enfoco. Tranquilo, hay ventaja, pienso curva a curva, cuido pero no tanto. Ritmo. El ritmo es todo, si lo pierdo hago todo mal. Es un baile, un tango entre el auto, la pista y yo. El auto es mi pareja y me pide que lo lleve rápido pero con mano suave. Siento que me va a recriminar cada error. Me habla y tengo que saber escuchar. Recta opuesta, las nubes negras que amenazaban lluvia en la largada se disiparon, no va a llover, vuelvo a mirar los relojes, todo perfecto. Viene la curva rápida, cuido de más, voy demasiado lento. Me doy vergüenza por gallinear tanto. Miro por el espejo y no veo a nadie, perdí dos segundos por cobarde pero tengo ventaja. Tranquilo, todavía sobra, todavía falta. Trazo la curva más difícil del circuito con calma, suave, rápido, apenas dos movimientos de volante. Me río, se lo que hago y creo hacerlo muy bien. Siento pequeños espasmos de placer entre el bombardeo sensorial y la adrenalina. Recta principal otra vez, cartel de última vuelta, puño en alto de mi equipo en la pared de boxes. Vamos, una vuelta más de concentración extrema y listo.
Explosión violenta, seguida por lo que parece un silencio pero no lo es. El bramido ronco del motor V8 desaparece. Lo que queda es el rumor de las ruedas contra el asfalto y el tintinar metálico de los pedazos de motor que golpean contra la pista. De a poco empieza a aparecer un zumbido en mis oídos, es un eco por haberlos castigado por media hora. Con el envión saco el auto de la pista. Mientras me bajo del auto veo pasar al segundo, ahora primero y ganador seguro. Me saco el casco y espero que me vengan a buscar. A pensar en la próxima.
Al margen de la cronica. Agregamos este muy buen video que aporto el amigo: Morgan.
5 comentarios
Lao Iacona · septiembre 25, 2020 a las 6:56 pm
Excelente crónica, esperaba la bandera…muy buena. Y el video de MORGAN tremendo
morgan · septiembre 24, 2020 a las 12:02 pm
casi que estas relatando esto………https://www.youtube.com/watch?v=dG4hyC6XezQ
Willy Iacona · septiembre 25, 2020 a las 12:25 pm
buenismo, gracias. ahi lo agregue a la nota!
Beppe Viola · septiembre 24, 2020 a las 10:15 am
ese ruido metalico que, si pudiera ser dibujado como en un comic, en el globito apareceria solo este simbolo: $$$$$…
Willy Iacona · septiembre 25, 2020 a las 12:25 pm
si tal cual.