Toda actividad humana tiene sus mitos y leyendas, y el automovilismo las tiene en profusión. En esta entrega, nos ocuparemos de “Il Matto”, el sobrenombre que desde entonces ha identificado a Carlos Alberto Pairetti, nacido en el pueblo santafesino de Clucellas el 17 de octubre de 1935 y arrecifeño por adopción desde pequeño. Alcanzó su consagración en 1968 al ganar las 500 Millas Argentinas en Rafaela y el campeonato de Turismo Carretera con el Fast-Chevrolet, más conocido como el “Trueno Naranja”, siendo uno de los mejores y más populares pilotos de su época.

Nuestra historia arranca dos años antes, cuando una delegación de cinco pilotos argentinos que corrieron en la Fórmula 3 Italiana con los Brabham BT15-Ford Cosworth de la Escudería Argentina Automundo. El debut se produjo el 1º de mayo de 1966 en Monza, en el Trofeo Bruno e Fofi Vigorelli, donde Pairetti, llegó sexto a 3s1/10 de Chris Irwin (Brabham BT18).

 En la final, sin embargo, abandonó con 11 de las 30 vueltas: “Mi motor tenía fácilmente 10 HP menos que otros. Debo reconocer que logre una destacadísima actuación en mi serie. Tuve inconvenientes con la caja de cambios en la final, aunque queda claro que dejé bien parado el prestigio nacional. Mientras estuve en pista, puse los pelos de punta”, escribió Carlos en su libro “El Trueno Naranja ruge nuevamente”.

Una semana después, en Salò, a orillas del lago di Garda y a los pies de los Alpes, la final fue sobre 8 vueltas al callejero de 16,4 kilómetros. Pairetti logró un notable quinto puesto a 14 segundos del británico Jonathan Williams. La siguiente fue el Gran Premio de Mónaco, el 21 de mayo, donde hubo 66 inscriptos, ni Jorge Cupeiro ni Pairetti pudieron integrar la grilla de los 22 que largaban.

El 29 de mayo corrieron en Vallelunga, Roma, donde en la primera serie Jorge Cupeiro arribó segundo y Pairetti octavo, mientras que en la final, detrás de Ernesto Brambilla y “Clay” Regazzoni, Cupeiro fue tercero –el mejor resultado del equipo- y Pairetti abandonó.

El 26 de junio se disputó el Gran Premio de la Lotería de Monza, donde el equipo se presentó con Néstor Salerno y Pairetti, quien llegó tercero en la primera serie a 4/10 de segundo del islandés Sverrir Thoroddsson. La final de 35 vueltas tuvo el frenético trámite del viejo Monza sin chicanas, donde se circulaba en la estela aerodinámica de varios autos, en tándem. ¿El resultado? Pairetti,  llegó octavo a 1s4/10 del vencedor Jonathan Williams, ¡mientras que los once primeros cruzaron la bandera a cuadros separados por 2s6/10!

“Juan Manuel Fangio, nuestro director de equipo, me había dicho: ‘Carlitos no hagas ninguna macana porque este es tu futuro, y si vos andás bien te van a contratar, hermano’. Le respondí: “Está bien Juan, ¡pero me pegaron tantos autazos, que me sacaron de la pista!”, recuerda Pairetti.

El 4 de septiembre volvieron a Monza para disputar el Trofeo Agip. La escudería argentina alistó tres Brabham para Pairetti, Salerno y Oscar “Cacho” Fangio. “Esta vez le supliqué a Fangio: ‘Juan, déjeme un poquito de libertad. Me cagaron a autazos en la otra carrera; déjeme correr como yo quiero, como a mi me gusta’. Fangio aceptó: “Bueno, dale. No te vayas a golpear, lo único que te pido y no hagas una macana grande”. “¡No, Juan, quédese tranquilo!”, le respondió.

 En la primera serie ganó Regazzoni; Pairetti llegó quinto y Salerno abandonó. En la segunda el vencedor fue Carlo Facetti y “Cacho” Fangio quinto. La final sobre 35 vueltas tuvo, de nuevo, un trámite sensacional… hasta la 13ª vuelta: “Veníamos en punta Jonathan Williams, Ernesto Brambilla, ‘Tiger’ (Romano Perdomi), ‘Clay’ Regazzoni, Martin Davies y yo. Y pensé: ‘Me separo 20 metros de estos tipos y no me agarra nadie, por más que vengan chupados’… Pero, ¡qué me iba a separar! Me tiré en la Segunda Curva de Lesmo, entré a fondo ¡y me estrellé contra el guard-rail! Bueno, me subí al guard-rail. Parecía un tren sobre rieles y perdí dos ruedas, para terminar en el medio de la pista, donde varios, por esquivarme, se hicieron bosta”. Los otros involucrados fueron “Cacho” Fangio y los suizos Bernhard Baur y Gianclaudio Regazzoni. Williams (De Sanctis-Ford) y ‘Tino’ Brambilla (Brabham BT16) zafaron y se alejaron para cumplir las 30 vueltas en 55m59s9/10 y llegar empatados, a 184,826 km/h. Jonathan Williams sería llamado al año siguiente por Ferrari para correr en Mónaco su único Gran Premio, y una de sus últimas carreras fue en la Temporada Internacional de 1970, al volante de la lenta Serenissima del conde Volpi de Misurata.

“Nos quedamos cuatro afuera, pero yo no toqué a nadie y ahí me pusieron ‘Il Matto’. Regazzoni y yo subimos a la ambulancia que nos llevo al hospital del autódromo. Me acuerdo que a ‘Clay’ le salía mucho sangre por la boca, se había cortado la lengua y no paraba de putearme en italiano: ‘Maracha la Madonna San Genaro, figlio da putana’, ¡todo adentro de la ambulancia!”, nos contó Carlitos durante un almuerzo en el restaurant La Ventana de San Telmo.

“Me bajé y fui corriendo a los boxes porque no tenía nada. Pero me estaban buscando los dueños del auto de Regazzoni, ¡me querían matar! Justo cuando entré al box se me vino encima Fangio: Le conté que me había querido separar en la Segunda de Lesmo y que no había podido: ‘Cuando no se puede entrar a fondo, no se entra. ¿Y vos, qué te hiciste?’, me preguntó. ‘Nada, Juan, nada’, le dije. ‘Bueno, no te aflijas, el que anda ligero se golpea; el que anda despacio no se va a golpear nunca’, me contestó Juan Manuel. Con esas palabras, juro que reviví. El arreglo del auto costó 29.000 dólares, y teníamos seguro. Para que tengan una idea, le quedó una sola rueda puesta”, explica Pairetti en su libro.

“Después de ese episodio se estableció entre nosotros una amistad intensa y duradera. Regazzoni fue un hombre generoso, apasionado y noble, además de uno de los mejores de aquella pléyade de formidables pilotos de la gloriosa década del setenta. Cada vez que venía a la Argentina y nos encontrábamos le pedía que abriera la boca y mostrara mi ‘recuerdo’: los siete puntos de sutura que tenía en la lengua, consecuencia del encontronazo conmigo…”, evoca Pairetti sobre el suizo, quien como él, llegó a ser un ídolo.

Aun hoy hay quienes sostienen que ya le habían puesto “Il Matto” a Pairetti en la carrera de Vallelunga, “donde se pasó subiéndose a los ‘pianitos’ y haciendo macana tras macana”. Aunque sin dudas que quien merece ser recordado como el ingenioso autor de tan perdurable apodo es el que lo apuntó en letras de molde en El Gráfico, su enviado especial a Monza, el gran periodista Juan Carlos Pérez Loizeau.

Textos: Gustavo Arsuaga


3 comentarios

Beppe Viola · julio 15, 2020 a las 8:53 am

«il Matto» en italiano significa «el Loco», y creo que Clay, en su mezcla de Italiano y dialecto de Lugano habrà dicho «mannaggia la Madonna».
Un excelente relato de un gran personaje en una categoria super competitiva (la F3 ) que de ahi a poco vio muertos en sendos accidentes a varios de ellos.
Nota al margen: Jonathan Williams, piloto angloitaliano bastante problematico , fue el piloto del Porsche 908 con tres camaras que filmò desde adentro las 24hs de Le Mans de Steve McQueen

    Willy Iacona · julio 16, 2020 a las 11:01 pm

    Muy buen dato el de la filmación de Le Manos, no lo sabía. voy a buscar inflo del tema. muchas gracias

      Beppe Viola · julio 17, 2020 a las 11:15 am

      Ese Porsche 908.022 (que existe todavia) tiene una historia increible: fue el mismo con el que SMcQ salio segundo en Sebring 70

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