Todo empezó ese fin de semana en Bahía Blanca. Mi primera carrera de autos. Yo tenía diez años, un niño tímido, un poco golpeado, pero con mucha imaginación. Como todo niño de esa edad, yo era una esponja, capaz de absorberlo todo y con sed por conocer y descubrir.

Si los autos ya me habían causado asombro y perplejidad en la verificación técnica, qué decir de verlos pasar por la ruta a velocidades ridículas. ¡Ese sonido!, me lastimaba los oídos, pero inevitablemente lo quería volver a escuchar. A mitad de carrera, dos autos chocaron casi enfrente mío. Todavía puedo escuchar el ruido a chapas crujiendo que produjo el vuelco posterior.

Apenas bajaron la bandera a cuadros vino la gran sorpresa. Rodolfo, un amigo de mi padre, era el encargado de llevar a los tres primeros al podio para la entrega de premios ¿Manuel, querés subir? No lo dude ni un segundo y así partimos en una F100, con los pilotos subidos en la caja. La gente al pasar los saludaba y vitoreaba. Yo excitadísimo, comencé a saludar por la ventaba. Me sentí como un ganador de la carrera, qué lindo ser un niño.

Apenas los pilotos bajaron de la caja nos rodeó una turba de fanáticos que corrían hacían el podio para los festejos. Eran cientos y no tardaron más que unos segundos en treparse a la camioneta y comenzar a saltar. No nos podíamos mover, la camioneta se movía de arriba a abajo, y de izquierda a derecha. El techo comenzó a abollarse por los saltos, y por el parabrisas solo veíamos piernas. Sentí miedo, pero un miedo raro: sabía que no iba a pasarme nada, eran simples festejos y pasión por el automovilismo. Hoy creo que eran varios miedos juntos. Miedo a no tener escapatoria, a no estar manejando la situación y ser un simple pasajero de mi vida. Busqué la mirada de Rodolfo para tranquilizarme, y solo encontré en sus ojos mas miedo. Pero en su caso era miedo al despido ya que la camioneta era de su trabajo.

Todo termino cómo había empezado.

La pregunta a mi Padre fue inevitable. “¿Cuándo me llevas a la próxima carrera?”


1 comentario

Gaucho Pobre · octubre 11, 2020 a las 1:29 pm

En el Semipermanente de Grünbein.

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