En 1957 Fangio había ganado la primera edición del Gran Premio de Cuba, corrida en el Circuito “El Malecón” con una Maserati 300S de la escudería Madunina, la misma que habían corrido sin éxito, Oscar Caballen y Carlos Tomasi, en los 1000 Kms de Buenos Aires, apenas un mes antes.

Fangio para variar hizo el mejor tiempo en clasificación, pero en la largada se quedo y tuvo que remontar la carrera casi desde atrás. De a poco logro ir escalando posiciones hasta alcanzar la punta en la vuelta 70. El difícil circuito provoco muchos abandonos, pero el Chueco, implacable, recibía la bandera a cuadros seguido por Carroll Shelby con una Ferrari 410 Sport.   

En 1958, el ya quíntuple campeón del mundo de Fórmula 1, era nuevamente invitado por el entonces gobierno facto de Fulgencio Batista a participar del Gran Premio. La carrera era parte de un programa del gobierno, tendiente a mostrar al mundo que en Cuba había «orden y progreso» y que todo estaba bajo control.

Pero la situación política en Cuba era complicada a causa de la dictadura militar. Las fuerzas opositoras, lideradas por el joven Fidel Castro, amenazaban en forma constante con derrocar al gobierno. El movimiento guerrillero de Castro, denominado 26 de julio, ejercía actos de sabotaje y cuasi atentados en forma diaria.

Uno de los sabotajes pergeñados por el movimiento de Castro fue el de secuestrar a Fangio, máxima figura internacional que visitaba el país con motivo de la carrera.

Tuve la suerte de conocer en Retromovil de Madrid a Fernando Batista, hijo del dictador, y preguntarle por aquellos acontecimientos. Pese a que él era muy chico en aquel entonces, recordaba la enorme tensión que invadía a su padre y la gente que lo rodeaba, había un clima enrarecido. Muy amablemente me regalo copias de un libro en la que se describía la difícil situación política del momento.

Fangio correría con una Maserati 450 S propiedad de la escudería estadounidense Temple Buell. Marcelo Giambertone, manager del argentino, había acordado una serie de presentaciones entre las que figuraba el GP de Cuba. El auto que llevaron para el Chueco había corrido en Venezuela y sufrido un vuelco al volante de otro piloto. Es por ello que en los entrenamientos, Fangio hacía saber a sus mecánicos que el auto «se iba» hacía un costado. Cuando la máquina fue medida, se pudo advertir que el chasis estaba muy revirado y tenía una gran diferencia de medida entre la trocha de un lado y el otro.

De todas maneras se las ingenio para marcar el mejor tiempo de clasificación, aventajando a un Stirling Moss que declaraba: «Es imposible andar más fuerte de lo que anduve.». Fangio por su parte advirtió sobre el mal estado del asfalto en algunos puntos del trazado.

 Para los hombres de Castro la operación Fangio no era cosa fácil,  Fangio estaría sólo dos noches antes de la carrera en Cuba, y las posibilidades de capturarlo serian muy pocas. En el circuito abundaba la custodia. Otras variantes contempladas habían sido en la habitación del hotel y a la salida de un canal de televisión daría una conferencia de prensa. Esta última fue la que en definitiva se intentó, pero la gran cantidad de curiosos,  periodistas y nuevamente la gran presencia policial frustraron el plan.

El día previo a la carrera, Fangio concurrió por la tarde a un cóctel en el hotel El Nacional donde incidente con un fotógrafo alertó sobre la increíble cantidad de custodios de incognito. La única alternativa que quedaba era irrumpir en el Hotel Lincoln donde se alojaba el campeón y llevárselo como fuera.

Esa noche, Fangio charlaba con sus mecánicos y un grupo de amigos en el lobby del hotel cuando fue sorprendido por un joven, que con pulso tembloroso y empuñando un arma le susurro: ..»Disculpe Juan, me va tener que acompañar».   

Entre los amigos de Fangio se encontraba Alejandro de Tomaso, piloto argentino que luego se convertiría en empresario, quien hizo un intento por detenerlos pero fue amenazado al igual que el quíntuple: «Cuidado, haré fuego si se vuelve a mover».

Segundos después fue Stirling Moss el receptor de idéntica amenaza. En cuestión de segundos, Fangio salía del hotel y era obligado a subir a un Plymouth negro que esperaba en la esquina. Con varios cómplices armados que cubrían la operación, el auto se alejó perdiéndose en la oscuridad de la noche.  A medida que el tiempo transcurría a bordo del automóvil, supo que no se trataba de una broma de mal gusto. ¡Lo habían secuestrado!

Tras una interminable hora recorriendo la ciudad y habiendo sorteado con suerte un control policial el paseo termino en una importante casa ubicada en El Vedado, un aristocrático barrio de La Habana. Donde hubo un gran festejo al ver llegar a Fangio y saber del éxito del operativo, el quíntuple ya no podría participar del Gran Prix, arruinando la fiesta de Batista ante los ojos del mundo. El movimiento 26 de julio acababa de concertar un gran golpe.

Enseguida le explicaron a Fangio la situación y le hicieron notar que lo tratarían bien. Le  solicitaron autógrafos, a lo que el campeón no se negó, aún incrédulo. Viendo que la situación era irreversible, pero amigable el balcarceño les pidió algo de comer. Entonces la dueña de casa le preparo papas fritas con huevos fritos y compartió la mesa con sus captores.

Al día siguiente, uno de ellos, Faustino Pérez le llevó el diario y lo invitó a ver la carrera, cosa que Fangio rechazó por motivos obvios: no podía resistir el estar ausente.
El otro pedido de Fangio -y que cumplieron personalmente- fue avisar a su familia en Argentina qué es lo que había sucedido y el verdadero motivo del secuestro.

En un intento por demostrar que todo se encontraba bien y bajo control, Batista decidió que la carrera se disputara de todas formas, aun sin Fangio. Moss y Masten Gregory lideraban la carrera, cuando la Ferrari de Armando García Cifuentes » se salió de pista, en el lugar que Fangio había marcado como peligroso por el desnivel del asfalto;  y atropelló acaso una centena de espectadores, con un saldo de seis muertos y treinta heridos de consideración. La carrera fue inmediatamente suspendida, reforzando aun más el éxito del boicot organizado por la revolución.

Aunque resulte increíble, la liberación de Fangio resultaría más difícil que el propio secuestro. Los líderes del movimiento 26 de julio temían que los hombres de Batista atentaran contra Fangio para adjudicarles el hecho a los revolucionarios.

Fue el propio Fangio quien pidió ser entregado en la embajada argentina en Cuba, cuyo embajador era  Raúl Guevara Lynch -primo de Ernesto Che Guevara- acordando que harían saber que sería entregado en un edificio céntrico de La Habana, cuando en realidad sería liberado en la casa del embajador donde lo dejaron junto con una carta de disculpas en la que expresaban la finalidad del secuestro.

Más allá de su increíble intuición, destreza, coraje  y frialdad para conducir y definir carreras, Fangio siempre estuvo acompañado por la suerte. De allí que no resulte ilógico saber que tras el secuestro, el Chueco les dijo a sus captores: «Tal vez ustedes sin saberlo me hayan hecho un gran favor…» El destino era nuevamente su aliado, esta vez en la figura de sus secuestradores.

En su primer contacto con la prensa Fangio recalcaba el «excelente» trato que había recibido. Y siguió por años en contacto con Arnold Rodríguez, uno de los guerrilleros que había intervenido en el operativo.  Este le había dicho a Fangio que cuando fueran gobierno lo harían «invitado de honor». Cumplió, pero Fangio no pudo visitar Cuba hasta veinte años después, cuando como presidente de Mercedes Benz Argentina concretó con el gobierno cubano la venta de camiones. En el vigésimo quinto aniversario del secuestro, Fangio recibió un telegrama de parte de sus «amigos» los secuestradores rememorando aquel episodio.
Esa no fue la única vez, el quíntuple también fue saludado vía telegrama, tras su operación de by-pass y en su cumpleaños número 80. El mismo Arnold Rodríguez viajó a la Argentina en 1992, al cumplirse seis años de la inauguración de Museo Juan Manuel Fangio, en Balcarce.

Quizás esta «anécdota» con final feliz y la amistad que se generó con sus secuestradores, hable a las claras de la increíble y cautivante personalidad que tenía Fangio. Y una vez más demuestre que para ser un gran campeón hacen falta atributos no sólo deportivos.

En un parate en el armado de esta nota, le comente a mis hijos sobre este hecho y les propuse ver la película “Operación Fangio” con Darío Grandineti. En el año 1996 cuando se estreno y fui a ver la película, la critique duramente y también la actuación del protagonista, pero en esta segunda vista y yo con más años la encontré muy interesante, amena, documental y hasta casi me gusto la actuación de Grandinetti. Está claro que hacer de alguien tan popular y singular como Fangio es casi imposible.

En cuanto a los autos del film me acordé que cuando trabaje con Néstor Salerno este me conto que había armado los autos para el rodaje. Así que lo llame y le volví a preguntar sobre el tema.

El productor de la película le encargo presupuestar cuatro autos, pero cuando vio los valores casi sale corriendo. Terminaron acordando hacer cuatro pseudo Maseratis 450S y Ferraris sobre plataformas de Citroën 2CV. Pese a la motorización, según Salerno, las tomas fueron hechas de tal manera que parecen Maseratis de verdad.


2 comentarios

Mike · junio 24, 2020 a las 2:02 pm

Justo hoy se lo recuerda al querido Juan Manuel. En la película coincido con vos Willy y en cuanto a Grandinetti creo que salió bastante bien el interpretar a semejante figura y su particular cadencia al hablar.
¿Las Maserati y Ferrari (réplicas) usadas en la película, están en un museo en Córdoba o en dónde?

Juse del Castillo · junio 22, 2020 a las 2:01 pm

Muy interesante el artículo, si bien lo del secuestro era conocido no se sabía de los detalles. Muy bueno.

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