“¿Se podría correr un Gran Premio de Fórmula 1 en una pista de hielo?”, preguntó el periodista.

“Sí, ¿por qué no?, siempre habrá algún piloto que sea el más rápido”. La inmediata respuesta nos pinta de cuerpo entero al canadiense Gilles Villeneuve, quien en una campaña de apenas seis temporadas, marcó a fuego con su singular espíritu toda una época.

Desde su aparición en la máxima categoría del automovilismo, y aun hasta hoy, las opiniones sobre el muchacho nacido en Saint-Jean-sur-Richelieu, Quebec, el 18 de enero de 1950 estuvieron bien diferenciadas: para muchos representaba la quintaesencia de la pasión por el automovilismo deportivo. Para los escépticos, era un accidente por suceder. Lamentablemente, quedó demostrado que tenían razón. Pero en su trayectoria más bien fugaz, Gilles fue generoso en la producción de maniobras inolvidables para delicia del público que pudo disfrutar de su talento.

Quien después de ingresar en la Fórmula 1 se convirtió en el predilecto y uno de los pilotos más queridos por Enzo Ferrari, comenzó corriendo con motos de nieve y dragsters o carreras de cuarto de milla. De allí, a la escuela de pilotos de Jim Russell en Mont Tremblant y el paso siguiente, la Fórmula Ford en 1973, categoría escuela por excelencia, en la que obtuvo siete triunfos sobre diez carreras corridas.

En 1974 ascendió a la Fórmula Atlantic, similar a la Fórmula 3, con motores de hasta 1600 cm3 de cilindrada animada por jóvenes promisorios, tanto que algunos llegaron a ser campeones mundiales de Fórmula 1.

Su actuación consagratoria llegó el 5 de septiembre de 1976 en Trois-Rivières, Canadá, donde en la Fórmula Atlantic enfrentó a nenes como Alan Jones, James Hunt, Vittorio Brambilla y Patrick Tambay, ganándoles a todos. Jones, quien llegaría a Campeón Mundial de Fórmula 1 en 1980, fue su escolta a diez segundos mientras que Hunt, en aquel mismísimo año de su excepcional lucha por el título con Niki Lauda, llegó tercero.
En una notable actitud, el simpático británico recomendó a Gilles a los responsables de McLaren, su equipo, para que no se les escape ese fenómeno. Le hicieron caso aunque fugazmente, y Gilles apareció en la escena de la Fórmula 1 en Silverstone para el Gran Premio Británico. Su debut fue el 16 de julio de 1977 al volante de un tercer McLaren, un M23 con el N°40. Gilles sobresalió desde las pruebas de clasificación, registrando el noveno tiempo entre treinta pilotos, quedando a 930 milésimas de segundo del más veloz, su compañero y Campeón del Mundo James Hunt, superando a pilotos como Ronnie Peterson, Alan Jones, Carlos Reutemann, Jacques Laffite y Emerson Fittipaldi.
Sin dudas logró llamar la atención. Llegó hasta el séptimo puesto, aunque tras hacer trompos en prácticamente todas las curvas buscando el límite del auto, quedó tan atrás como 21°, aunque recuperó y llegó undécimo marcando la quinta vuelta más veloz.
Alastair Caldwell, uno de los más facheros del paddock de la Fórmula 1 de la época, jefe de mecánicos y team manager de McLaren, le contó a MotorSport lo siguiente: “Los periodistas que habían estado alrededor del circuito venían y me decían: ‘Guau, deberías haber visto a tu muchacho haciendo trompos en Copse, Becketts… y Club’. Entonces, le comenté a Gilles: ‘Me están contando que estuviste haciendo trompos en casi todas las curvas’, y me respondió: ‘Sí, ¿y de qué otra manera puedo decirte lo rápido que estoy andando?’ Es todo lo que dijo, y le indiqué que los tiempos de vuelta no flaqueaban, y me dijo: ‘No, eso no es un problema para mí’”.

La experiencia en McLaren resultó efímera. Después de una mala negociación de Teddy Mayer, el director de McLaren, le propuso un contrato de probador y correr las tres últimas carreras de 1978. Ferrari, en cambio, le ofreció contratarlo como piloto titular y pasó a integrar la legendaria Scuderia reemplazando nada menos que a Niki Lauda, quien se había alejado antes del final de la temporada después de lograr su segundo título.

Villeneuve pasaría a ser mucho más que un piloto de Ferrari sino un símbolo de Maranello. Debutó en la anteúltima carrera de 1977 en el Gran Premio de Canadá en Montreal donde abandonó por un accidente faltando cuatro vueltas para el final. La campaña de Gilles en Maranello podría haber sido extremadamente breve y finalizado en apenas su segunda carrera, el Gran Premio de Japón en Fuji. Mientras peleaba la 14ª posición con Ronnie Peterson, embistió al Tyrrell P34, aquel de las seis ruedas. Ambos autos volaron y en la caída mataron a un banderillero y un espectador. Gilles salió caminando del accidente…

Su compañero de equipo en su primera temporada en Ferrari, 1978, fue Carlos Reutemann. Gilles fue uno de los pocos compañeros con los que el santafesino no tuvo enfrentamiento alguno y es más, compartieron una relación de amistad. Su primera temporada completa fue bastante irregular, con un comienzo con un despiste en Brasil, una colisión con Clay Regazzoni en Long Beach, Estados Unidos, y la rotura de un neumático y despiste en Mónaco. En Zolder, Bélgica, llegó cuarto y sumó sus primeros puntos. En Zeltweg, Austria donde llegó tercero subió al podio por primera vez, y luego fue sexto en Zandvoort, Holanda. En el Gran Premio de su país, en Montreal, donde terminó la temporada alcanzó su primera victoria. Iba ubicado segundo detrás del francés Jean-Pierre Jarier, quien había reemplazado a Ronnie Peterson, hasta que el Lotus 79 abandonó por una pérdida de aceite. Una curiosidad: Villeneuve fue el vencedor y Carlos Reutemann tercero, siendo en Montreal la única ocasión en que los dos compañeros en Ferrari compartieron el podio. En su primera temporada completa Gilles finalizó en la noveno en el campeonato.

El año en el que Villeneuve estuvo más cerca de alcanzar el campeonato fue 1979, pero Jody Scheckter con muchos más años de experiencia, fue su nuevo compañero y el elegido de Ferrari para ganar el título, por lo que Gilles debió apoyar al sudafricano. Llevó a la victoria a la Ferrari 312T4 en su primera carrera, también en la siguiente, el Gran Premio de Long Beach y, asimismo en el final de la temporada, nuevamente en Estados Unidos, pero en Watkins Glen. Pero más allá de que con tres triunfos resultó su temporada más exitosa, 1979 fue el año de dos de sus maniobras más geniales. La más memorable sucedió el 1° de julio en Dijon-Prenois, en el epílogo del Gran Premio de Francia. Durante esas últimas frenéticas cinco vueltas hubo un rueda a rueda entre Villeneuve y René Arnoux por el segundo puesto, con el canadiense y el francés sin ceder un ápice y la Ferrari y el Renault superándose una y otra vez, muchas de ellas pegándose lateralmente con las llantas. Gilles llegó segundo detrás del ganador Jean-Pierre Jabouille, quien ese día lograba la primera victoria de Renault en Fórmula 1 y de un motor con turbocompresor. Fue tan extraordinario que el duelo entre Villeneuve y Arnoux está considerado el mejor de la historia de la Fórmula 1.

Otra maniobra inolvidable ocurrió el 26 de agosto de ese mismo año durante el Gran Premio de Holanda. Habiendo liderado durante 35 vueltas y sido segundo en las dos siguientes, el neumático trasero izquierdo de la Ferrari 312T4 de Villeneuve explotó en la recta principal, llevándolo a dibujar un espectacular trompo en la primera curva. Aun cuando para llegar a boxes tenía casi toda la vuelta por delante, Gilles retomó la marcha a gran velocidad aun en llanta, con la rueda delantera derecha en el aire mientras que la llanta trasera izquierda iba cambiando de posición hasta quedar perpendicular al chasis. La Ferrari N°12 iba esparciendo chispas por todo el circuito, y cuando después de tal demostración llegó al box, la suspensión estaba completamente desprendida y la repararla, imposible. A pesar de esto, sus mecánicos lo palmearon cariñosamente por intentarlo.

Para muchos, lo descripto fue la obra de un imbécil; para otros, una genialidad de quien entrega todo. Así y todo, con sendos segundos puestos en Italia y Canadá y la victoria en el epílogo de Watkins Glen, Villeneuve sumó 53 puntos –de los que debió descartar 6- y resultó el subcampeón detrás de su compañero Scheckter, quien se consagró Campeón Mundial.

La 312T5 de 1980 fue la última Ferrari de doce cilindros opuestos aunque lejos de lograr los resultados de la 312T4, resultando en una temporada desastrosa. Villeneuve apenas fue 14° en el campeonato.

En 1981 Ferrari fue la segunda escudería de Fórmula 1 que incorporó motores con turbocompresor. Aun con problemas de chasis, la 126 CK era veloz y en Mónaco y España Villeneuve ganó en forma sucesiva. Dos triunfos notables, sobre todo cuando los autos con turbo eran los favoritos en los circuitos veloces y no en los lentos como los mencionados. Sobresaliente fue la victoria en el Jarama madrileño, donde después de superar a Alan Jones y a Carlos Reutemann, Gilles punteó 67 vueltas, liderando el trencito formado por Jacques Laffite, John Watson, Reutemann y Elio de Angelis, en una carrera recordada porque los cinco primeros llegaron en apenas 1s231/1000.

A pesar de sus dos triunfos –que serían los últimos de su vida- Villeneuve tuvo un 1981 irregular y en Silverstone, por ejemplo, se fue de pista en Woodcote y terminó con el auto destartalado. Tras sumar puntos en sólo cuatro carreras, finalizó séptimo en el campeonato. Dos meses y medio después, en la Ile Notre-Dame, en el Gran Premio de su país, Gilles realizó la última de sus genialidades más memorables. En la vuelta 40ª, el quebequense se tiró a superar al Lotus de Elio de Angelis; el italiano no lo vio y Gilles lo tocó, torciendo el spoiler delantero. Villeneuve continuó con el alerón perpendicular a la pista y con un mínimo de visión. Dos vueltas después hizo un trompo y en la vuelta 57ª perdía el alerón, y el piloto local justo bajó la cabeza para evitarlo. Prosiguiendo sin el alerón delantero, así y todo llegaba tercero. Un desempeño inolvidable.

Con el motor turbo V6 impulsando la nueva 126C2, Ferrari, Gilles Villeneuve y el francés Didier Pironi, estaban preparados para pelear el campeonato en 1982. Después de dos abandonos y la desclasificación en Long Beach, Ferrari dominó el Gran Premio de San Marino. Después del abandono del puntero Arnoux (Renault), Villeneuve y Pironi se alternaron en la vanguardia. Restando dos vueltas Gilles era puntero pero su compañero lo superó en la última, a pesar de las órdenes de conservar las posiciones. Villeneuve estaba tan enfadado que aseguró que nunca volvería a hablarle a Pironi. Un disgusto que terminaría trágicamente.

En plena lucha interna con su compañero de equipo desde la carrera anterior en Imola, durante las pruebas de clasificación del Gran Premio de Bélgica embistió en la chicana de Zolder al March de Jochen Mass que marchaba lentamente. El auto de Villeneuve salió catapultado y la butaca se desprendió junto con el piloto, cayendo contra las mallas de contención y recibiendo heridas en el cuello que causaron su deceso en el hospital. El inolvidable canadiense encontró la muerte al volante de la Ferrari N°27, su número más representativo.

Gilles Villeneuve nos visitó en cuatro oportunidades para el Gran Premio de la República Argentina. La primera, en 1978, con la Ferrari 312T2 llegó octavo siendo la única vez que recibió la bandera a cuadros en Buenos Aires. En 1979, con la Ferrari 312T3, abandonó por rotura de motor cuando iba séptimo.

En 1980, con la Ferrari 312T5 tuvo su mejor actuación: cuando estaba segundo y siendo el único que podía amenazar al puntero Alan Jones, sufrió un problema de dirección que lo hizo terminar contra las mallas de contención a la salida del Tobogán. Su última visita fue en 1981, con la Ferrari 126 CK cuando protagonizó un interesante duelo con Ricardo Zunino (Tyrrell 010) por la 13ª posición, abandonando por rotura de un semieje.

Villeneuve perteneció a una familia de pilotos: su hermano Jacques-Joseph, hoy de 68 años, intentó correr tres Grandes Premios entre 1981 y 1983 sin lograr largar ninguno. Mucho mejor le fue a su hijo Jacques Joseph Charles, quien actualmente tiene 51 años. Además de haber sido campeón y ganador de las 500 Millas de Indianápolis en 1995, corrió en Fórmula 1 entre 1996 y 2006. Largó 163 Grandes Premios, obtuvo once victorias y el Campeonato Mundial de 1997 con Williams-Renault, título que su padre Gilles nunca logró.

En una campaña que ciertamente merecía mayores lauros, Gilles Villeneuve corrió 67 Grandes Premios, de los cuales ganó seis, estableció dos veces el mejor tiempo en las pruebas de clasificación y ocho veces el récord de vuelta, sumando un total de 107 puntos. Su mejor posición final fue el subcampeonato de 1979.


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