¿Qué fue de las 2600? Eran pocas, no más de tres o cuatro y que se alternaron un par de pilotos. Vinieron sólo a correr, Vianini padre no llegó a venderlas.

Un día del año 1974 papá hizo algo que nunca hacía: compró La Razón cuando volvía en tren del trabajo; se puso a leer los clasificados. Y ahí en el sector automotor, un solo auto se “avisaba”: “Alfa Romeo 2600 Sprint, 6 cilindros, vendo”. No podía ser. La dirección -no había teléfono-, era en Olivos, así que papá en vez de bajar en la habitual estación Acassuso, bajó en Olivos y fue a comprobar lo que consideraba era un error.

Pero no, era real. Atendido por el dueño del auto, un personaje un tanto excéntrico y de buena fortuna, le comentó que la coupé estaba en un garaje en el centro y al aire libre, pero le confirmó que el auto era efectivamente un Alfa Romeo 2600 Sprint.

Cinco años y algunos meses después, la blanca y alicaída coupé estacionaba en la puerta de casa. Yo no lo podía creer…tanto escuchar a papá hablar de Vianini, quien para mí se había transformado en una deidad alfista, alguien supremo, algo ideal. Y tener en el garaje de casa un auto del equipo, era como tocar el cielo con las manos. Si bien yo no había vivido esa época, ya lo había escuchado todo…

El auto estaba original, craquelado, pero no le faltaba casi nada, salvo presión de aceite (un pequeño detalle) que no tenía, ni la máscara central, pieza de la que habré de ocuparme en párrafos venideros. Pero todo andaba, todo era original.

Puedo recordar el olor del habitáculo, mezcla bendita del cuero, la madera y embrague-aceite, todo junto. Volante Hellébore, firmado. Llegaba del colegio y ahí partía al garaje, prendía la luz, descolgaba las llaves de un ganchito, y me subía a tomar el volante: era Andrea, Rolo, Lole, Fangio.

Empezamos a disfrutar del auto (mucho) y ahí nomás se formó el Club Alfa Romeo y mi viejo conoció a Willy Mártire. Así que a futbol nos llevaban a los Iacona y a los Mártire en Alfa Romeo: la 2600 y la Giulia Spider que hoy tiene Juani, el hijo de Willy, eran el pool de fútbol perfecto.

Un primer tema fueron las cubiertas: 165×400, no había ni se conseguían en ninguna parte. El auto tenía las delanteras en tela y las traseras, que eran 185 (medida no original) ostentaban la edad del auto…

No sé cómo papá llegó a lo de Juan Ángel Diez, que tenía dos Pirelli Cinturato 165×400 pero “inverno”, para nieve. Las calzamos igual, zumbaba, pero era más segura.

Luego mi abuelo José, tipo muy fierrero y mandado hacer para estas cosas, publicó un aviso en segundamano (¡como perdimos segundamano!) y apareció un gentilhombre con dieciséis cubiertas 165×400 no radiales, Treleborg (suecas), que papá compró cual caviar ruso del mejor.

Al tiempo de tener el auto, habrá sido en 1981/82, un amigo le comentó a mi viejo que alguien en Ituzaingó tenía (todos) y vendía (todos) los repuestos del equipo Vianini.

Alea Jacta Est y allá partimos. Una vez más con Willy Mártire en tándem alfista, a comprobar que el dato otra vez, no podía ser cierto. Pero lo era. En una casa de familia, entre living, comedor, cocina (si, la cocina también), cuartos varios y garaje, estaban todos los repuestos del equipo. ¿Y de 2600 también había? Era de lo que más había…

Volvíamos y en el trayecto le pregunté unas 2600 veces a mi viejo si iba a comprar todo. Finalmente lo compró y un sábado a la tarde dos grandes fletes llegaron atestados de “Ricambi Originali”; faltaban los ingenieros Satta Puliga y Chitti y era una escena de un documental Alfa Romeo en Milán.

Yo estaba en el aire de alegría. De los Rastrojeros bajaron entre otras cosas dieciséis llantas Borrani de aleación sin uso; dos tanques de nafta de aluminio quick-open sin uso; tres juegos completos de diversas medidas para hacer el motor; bielas y pistones nuevos (varios juegos); carburadores; válvulas de varias medidas, algunas con sodio para refrigerar distinto; árboles de leva de dos o tres medidas; parabrisas, luneta, insignias, vidrios, relojes, diez o doce juegos de palieres nuevos, retrovisores, ópticas delanteras y traseras, en fin, se había abierto la cueva de Alí Babá y yo había estado presente. Ah, todo en las clásicas bolsas naranjas de Ricambi Originali, y algunos elementos como los árboles de leva, profusamente untados en grasa.

El garaje quedó como un antiguo comercio de Warnes o de Viale Certosa, había repuestos prolijamente apilados y colgados por todos lados. Con mi hermano Willy lavábamos las llantas Borrani con Odex, y las volvíamos a apilar, no sea cosa que se largase el GP de nuevo y tuviésemos que colocarlas.

Lo que no vino en el lote de repuestos fue la cuarentiúnica mascara central o maschera centrale, que Willy Mártire en uno de sus tantos viajes a la madre patria le compró a papá en AFRA. ¿Cuántas veces les escuché a Willy y a papá la palabra AFRA? Hasta sonaba mágica! La caja era grande como el auto y fue como abrir la tumba de Tutankamón, ya que era una caja dentro de otra y otra y otra. Y finalmente apareció “la pieza”, se colocó y el auto fue otro.

Con los años viajé a la fábrica y museo Alfa Romeo, y me hice una escapada a AFRA. La imaginaba gigante, llena de cosas, un lugar cálido, donde me iban a recibir como a don Vianini. Bueno, no. Había dos o tres “tanos” con pocas pulgas, las primeras PC y alguna foto de las GTV de Rally. Cuando vieron que sólo iba a jorobar, me sacaron carpiendo…


3 comentarios

juse · mayo 30, 2021 a las 1:55 pm

Buenísimo racconto, gracias Lao.

Beppe Viola · mayo 27, 2021 a las 11:03 am

la palabra magica para todo alfista: AFRA..!!! (Accessori Forniture Ricambi Autoveicoli)….que ya no esta màs en su negocio medio enclenque de Via Caracciolo, ahora esta en otro lugar, tambien magico para los alfistas: Settimo Milanese, siempre atendida por la familia Giorgetti (y tengo que decir que Alessandra Giorgetti es mucho menos cascarrabias de sus antepasados)

    Willy Iacona · mayo 29, 2021 a las 11:50 am

    Sii tal cual, AFRA!!!

Deja una respuesta

Marcador de posición del avatar

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *