Un verano nos fuimos de vacaciones y papá dejó la 2600 a pintar. Tenía un cliente que pintaba líneas de colectivos y que le debía algún favor a mi viejo. La idea era dejar el blanco lo mejor posible. Pero volvimos y este hombre le dijo a papá: “Usted me dijo alguna vez que le hubiese encantado roja… acá la tiene”. Y el auto mutó el color. En aquel entonces me gustó, y a decir verdad, el trabajo era impecable. Hoy la preferiría blanca, craquelada y con su tapizado ajado.

Y para agregar alguna cuestión más, por si peripecias le faltasen a este relato, el mismo amigo que le había pasado a papá el dato de los repuestos, llegó un día al club y sentenció: apareció otra 2600, está en un taller en la calle Trole, en Flores. Una vez más se hizo presente el «no puede ser», y la dupla Iacona – Mártire se hizo a sus bólidos y allá partimos, a comprobar que todo era falso. Pero no. !Era cierto!

Marcello Cavalli, un tano cascarrabias, había venido a la Argentina con el equipo Maserati -al menos eso sostenía-, y en su taller, un lindo y antiguo taller, que recuerdo llenos de enredaderas, semicubierto, efectivamente había un Alfa Romeo 2600 Sprint roja, idéntica a la de papá, pero totalmente podrida. Nueva, es decir, visiblemente sin uso, pero totalmente podrida bajo una parra. Según don Marcello un cliente la había dejado en los años sesenta y nunca más nadie fue a buscarla.

En el taller había también un Jaguar XK sobre tacos, un Lancia Aprilia que don Marcello usaba a diario y fierros por todos lados. Se había quedado en el tiempo todo, tanto, que la mujer de Cavalli le decía a papá: “Dr. Iacona, usted va por las 14 provincias y sólo hay miseria…”. La señora tenía la data de la constitución de 1860 como última referencia, pero la mishiadura ya era un tema cotidiano.

Mi viejo terció un tiempo largo para que Cavalli la vendiese el pecio de la 2600 podrida, pero no fue posible. Sí en cambio, logró que le hiciese el motor de su auto, cosa no menor, y si bien no quedó 10 puntos al menos el manómetro de la presión de aceite tomó color.

Previo a esto, papá había conocido a otro tano cascarrabias pero muy simpático, siempre impoluto, de corbata debajo del overall, peinado a la gomina y con su cigarrillo con boquilla: Renato Ciofi.

Ibamos a visitarlo con Willy Mártire, papá y mi hermano Willy, ya que mi viejo quería comprarle el proyecto de Maserati 3500 GT argentino, que Ciofi, los Orsi y el gobierno de Frondizi tuvieron entre manos para armar, en teoría, una fábrica Maserati en estos lares. Era una muy linda coupé, que aún existe, blanca con techo celeste.

Pero ¿por qué traigo a cuento a don Ciofi? Porque varias veces fuimos a tratar de que don Renato carburase el auto, ya que los triples Solex de doble boca, eran «incarburables»; es decir, se afinaban, pero duraban bien unas semanas.

El viaje incluía de todo: don Ciofi arrancaba la bestia, que tenía escape libre y la aceleraba sentado en el volante a la derecha; carburaba la 2600; nos dejaba a Willy y a mi hurgar en pilas de cosas viejas para que nos llevásemos recuerdos, y terminaba con don Mártire y él, cantando estrofas de opera… otra vez, escenas de cine italiano.

¿Qué fue de la 2600 del taller de Cavalli? Desaparecido don Marcello y la viuda vendió todo a gitanos, para ser carne de alguna picadora de metales de los buenos.

Me acuerdo que una de las últimas veces que fuimos, porque fueron varias, tal vez a ver los avances de la hechura del motor, cansado de que mi viejo le insistiese con la venta de la 2600 arrumbada, Marcello le dijo, “su auto no tiene las escobillas originales”, fue hasta “su” 2600 podrida, se las quitó y se las regaló. Eran cromadas, y eso fue lo único que logró en tanto tiempo de lucha.

En fin, la única 2600 que había quedado, cosa que los años terminaron de confirmar, fue la de papá, las otras tras piñas varias, habían sido desmanteladas. Por El Palomar esta la carrocería de una, aún hoy, sobre el techo de un taller a modo de publicidad. En los 90s entraron tres que recuerde, dos Bertone y una Zagato. Solo de esta última conozco el paradero.

Con nuestra 2600 hicimos muchas salidas del Club Alfa, del MG, del CAS y del CAC, y era el auto de uso diario de papá, aun gastando un tanque cada dos días y un litro de aceite Rotela T cada 1.000 kilómetros.

Los vaivenes económicos del país hicieron que mi viejo un día no tuviese más remedio que vender el auto. No tuve consuelo. Nunca lo tuve. Porque sabía que otra 2600 no había, y no hubo. Por suerte el auto hoy está en muy buenas manos, pero muy lejos, en Estados Unidos. En aquellos días cuando papá la vendió, juré recuperarla o volver a tener un Alfa Romeo “pesado”, exclusivo, como era la 2600.

Continuará. 


5 comentarios

Mike · mayo 31, 2021 a las 6:17 pm

El que aparece en la foto en familia es el actual dueño, es Sergio Goldvarg o no es?

Beppe Viola · mayo 31, 2021 a las 1:38 pm

esa 3500 GT se merece un articulo completo….

juse · mayo 30, 2021 a las 2:03 pm

Que feas las white wall que le puso su actual dueño.

    Willy Iacona · junio 5, 2021 a las 12:00 pm

    si, tampoco me gustan…

Deja una respuesta

Marcador de posición del avatar

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *