Sucedió el 16 de junio de 1963 en la VIII Vuelta de La Pampa con largada y llegada en General Pico. “El tiempo fue inclemente pero, afortunadamente, no tanto como para hacer fracasar la carrera por segunda vez. Tres grados bajo cero, viento de 50 kilómetros por hora y lluvia muy parecida a la nieve no fueron obstáculos para tanto entusiasmo”, escribió Juan Carlos Pérez Loizeau en El Gráfico.

El sábado las pruebas de clasificación se hacían en un circuito cercano mucho más corto que el de la carrera. El más veloz fue un Chevrolet celestito “con un ruido parecido al que hacen por lo menos dos aviones”, según Pérez Loizeau. En esos tiempos los números se adjudicaban según las pruebas de clasificación, y el N° 1 fue para José Manzano. Le siguió Armando J. Ríos quien corrió con el N° 2. A continuación, con el N° 3, Santiago Luján Saigós; N° 4, Oscar Alfredo Gálvez; N° 5, el pampeano Cesáreo Castaño, N° 6, Norberto Palagani; N° 7, Críspulo Villanueva; N° 8, Remo Gamalero; N° 9, Dante Emiliozzi, N° 10, Eduardo Casá y N° 11, Ángel Meunier, los once más veloces que largaron primeros.

Hubo anécdotas desde el mismo sábado. El viento y el frío eran insoportables y la clasificación terminó como a las 16. Oscar Gálvez, muy serio, no quería tomar frío, pero cuando el público comenzó a tomar confianza y se acercó en cantidades alarmantes, descendió rápido y dijo: “Me voy a otro lado, ¡si me quedo me van a romper el auto!”.

Casá y su acompañante José Rentería llegaron al pueblo desde la estancia donde estaban para charlar un rato con la idea de ir a la estancia en la que se alojaba Saigós para preguntarle cómo era la vuelta que no conocían. Todo quedó en idea. “Da un poco de ‘fiaca’, ¿no?”, le preguntó “Tuqui” a “Pepe” Rentería. “Sí. Si vamos, los Saigós se ponen a hablar de cigüeñales, bielas, válvulas… Mejor nos quedamos acá”. Conocieron la ruta en carrera.

El domingo, el Chevrolet celestito de Manzano duró lo que un suspiro, y por Catriló estaba primero Saigós, pero al pasar por Santa Rosa –sobre pavimento- Gálvez le llevaba a Saigós 25 segundos. De allí en más la cosa fue entre dos Ford. Por Alvear, Emiliozzi empezó a buscar a Gálvez. Por Realicó Emiliozzi ya estaba a 25 segundos de Oscar, cuando por una recta de tierra, cerca de Rancul, Gálvez iba a fondo cuando se fue de camino al reventar un neumático, según sus declaraciones. Dio no menos de tres tumbos. Cuando aterrizó un avión de una transmisión radial se acercó corriendo y al ver la cara de circunstancias de Isidro González Longhi (viejo amigo suyo), Gálvez le dijo: “Te asustaste, ¿eh?”.

Pero Oscar Gálvez se había dado el gustazo de tomar la vanguardia. Luego vino lo imprevisto, lo dramático: una cubierta que revienta a 180 km/h. La cupé Ford N° 4 con trompa aerodinámica de tiburón que se cruza, vuelca, sigue dando tumbos, cruza el alambrado y va a caer cerca de las vías del ferrocarril. Del Ford abollado salieron Oscar y su acompañante. Sanos. Oscar, apenas con un rasguño en la frente. Los cinturones de seguridad y las trabas les salvaron la vida. Cuando le preguntaron por él, respondió: “Esta chapa la arreglo pronto”.

“Palabras de un hombre con nervios de nylon y voluntad de acero, como su máquina”, señaló como colofón Juan Carlos Pérez Loizeau en El Gráfico.
¿El ganador? fue Dante Emiliozzi (Ford), que había largado con el 9 y estableció 162,265 km/h de promedio. El segundo fue Ángel Meunier (Chevrolet) a 5 minutos, 5 segundos y tercero Remo Gamalero (Ford), a casi media hora del vencedor.


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